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MI GURÚ ESPIRITUAL ES MUY PELUDO


Una de las asignaturas más importantes de nuestra vida, han olvidado de ponerla en nuestra educación. Conocer y entender nuestras emociones no nos lo enseñan de pequeños, a cambio nos insisten en que aprendamos que se espera de nosotros y seamos lo más parecido a un patrón, que muchas veces tiene poco que ver con quién somos en realidad.

Mientras nos vamos poniendo objetivos y quemando metas, estudios, trabajo, noviazgos, matrimonio, hijos, estatus, etc. estamos tan absortos y distraidos, que no prestamos mucha atención a las quejas de nuestra alma, a pesar de que a veces grite muy fuerte y a medida que cumples sueños o se diluyen y aumenta la fustración, vas aprendiendo lecciones y con el paso de los años te plantean preguntas que ya no puedes ignorar.

Cuando la soledad te acompaña más horas que familia o amigos y te encuentras contigo mismo, empiezas a querer entender que es ese malestar que no sabes definir y quieres quitartelo de encima como sea. Ahí empiezas claramente a encontrarte cara a cara con ese yo que lleva toda la vida contigo. Es un gran desconocido que no ha parado de hablarte, a veces a gritos, durante todo el camino.

Para los que no hayan seguido mi pasión gatuna, les diré que es parte de las casualidad, supongo que se cruzaron en mi camino en el momento preciso, para enseñarme esas lecciones pendientes, cuando los objetivos ya no eran mi prioridad y una voz interior me gritaba que ese no era el camino.

Así sin darme cuenta, encontré a mi gurú espiritual en forma de gato, mejor dicho, de gatos.

Solo he tenido que mezclarme entre ellos y observar como se comportan ante la vida, como manejan las situaciones adversas que para nosotros son insoportables. Dolor, vida, muerte, apego, aceptación, estás últimas emociones o palabras que suenan a nuevas, de moda, pero que ellos manejan con soltura y nosotros nos hacemos un lio sin saber que hacer con ellas.

Su vida en contacto con la naturaleza, no es salvaje como nos han hecho creer. Por suerte siguen en contacto con la madre Tierra, Su máxima es la supervivencia e ironicamente matarían por ella, pero el resto de sus vidas viven en presente, mañana no saben ni quieren saber que existe y la aceptan tal como es, En el dolor físico, la muerte, que nosotros llevamos tan mal, ellos nos dan una lección magistral. No nos equivoquemos, también tienen sentimientos y sufren, pero cuando "aceptan" que es inevitable asumen el hecho y si es preciso, desconectan de su cuerpo, mientras cogen fuerzas para seguir con su vida o desconectar de ella si ha llegado el momento.

El apego, otra palabreja complicada que practicamente no existe para ellos. Es más, creo que cuando la conocen es por que se la enseñamos nosotros con nuestras neuras. Una madre daría la vida por sus cachorros, pero a diferencia de nosotros, cuando llega el momento en que los cachorros han de seguir su camino solos, los echa de su lado con total frialdad No nos olvidemos que su máxima es la supervivencia, de ella y de su especie, saben que gana el más fuerte. No son ni mejores ni peores que nosotros, simplemente son. Aferrarnos al recuerdo de lo que se ha ido, que además es irreversible, solo nos causa rabia y dolor. Creo que aunque hay algo de verdad en que estamos hechos a imagen y semejanza de dios (no soy creyente), no tenemos super poderes como él para cambiar el rumbo de los acontecimientos o separar el agua de los rios. Por mucho empeño que pongamos, no podemos salvar vidas ni hacer que el dolor desaparezca. ¿Cuantas veces la culpa nos abruma pensando si hemos hecho todo lo humanamente posible? lo hecho, hecho está y era lo que tenía que ser en ese momento.

Así que cuando los sentimientos me abruman y las circunstancias se vuelven una pesada carga, los miro, los acaricio y me pregunto ¿Que harían ellos?

Tumbarse al sol y llenarse de vida, aunque el día este nublado.

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