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TREINTA DÍAS, LA LUZ AL FINAL DEL TUNEL

Treinta días de pastillas es lo que me queda para acabar mi tratamiento contra la Hepatitis C, la luz al final del tunel, la esperanza de una vida mejor. Esperanza y a la vez incertidumbre, aunque la batalla al virus la habremos ganado, queda la incognita de las secuelas de casi treinta años conviviendo con él.

El cansancio es normal debido al estado de mi higado, la toxicidad de la medicación no ayuda precisamente a sentirte mejor, pero mi piernas se han convertido en lastre en lugar del motor de mis movimientos y esa incapacidad a veces me desespera, sobre todo, por no saber si volverán a ser lo que eran.

El médico me dice espera a acabar el tratamiento, treinta días más de espera, se acerca el final de este tiempo, que son treinta despues de noventa, solo eso, treinta días más.

Pero a mi mente inquieta le cuesta esperar y me ha hecho investigar por mi cuenta, que poco se sabe de la enfermedad y de las posibles consecuencias, además de los misteriosos efectos secundarios de esta medicación milagro que nos cura.

Treinta días de impaciencia con la esperanza de que con menos tóxicos en el cuerpo, este empiece a sentirse mejor y pueda recuperar la energía que mi mente le reclama.

Al expresarme en este escrito solo pretendo hacerme eco de otras personas que pasan por situaciones similares, mi aspecto físico es el mejor desde hace muchos años, mi ánimo y sentido del humor está al 100%, pero cuando el día a día te cuesta un esfuerzo sobrehumano porque te fallan las fuerzas y te flaquean las piernas, necesitas que te entiendan, necesitas una mano amiga, pero para eso, tienen que saber como te sientes y no lo sabes si no has pasado por ello. Ahora puedo entender a la gente que sufre fibromialgia o fatiga crónica por poner ejemplos.

Aunque pueda parecer lo contrario, estoy feliz, solo quedan treinta días para estar mejor, seguro que sí.

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